El mal rollo de no entender

Acabé de currar a las 7 menos cuarto, cambié los tejanos, la americana y los zapatos de suela por el chándal, la sudadera y las bambas de correr, me fui hasta el parque para hacer un poco de footing durante hora y media y después tiré pa´ casa. Ya desde el rellano podía escuchar el alboroto y un ruido ensordecedor, cuando finalmente entré, la encontré sentada frente al ordenador, chillando por el móvil, y mirando el telediario a que sonaba a toda pastilla… hubiese querido echarme en el salón a mirar vídeos, leer un rato o armar un puzzle y así quedarme sobado hasta la mañana siguiente. Sin embargo, antes de poder meterme en la cama, tenía que hacer una colada, pasar la fregona, y guisar, pero sobretodo, y esto sería la peor parte, tenía que ordenar la cajonera y armarios de la habitación, en dónde calcetines, calzoncillos, bragas y sujetadores se mezclaban con documentos, cedés, y deuvedés, pendientes, brazaletes, barras de carmín, compresas, etc…

Puede que no exactamente, pero seguro que ha entendido el sentido general del párrafo anterior. Puede que alguna palabra no le suene, o la considere fuera de contexto, según el significado que tradicionalmente ud. (y los hispanohablantes que comparten su origen) le atribuyen. No obstante, me atrevería asegurar que, aún así, no le cabe la menor duda de que el narrador del trozo anterior era uno que llegaba a casa, extenuado tras una larga jornada de trabajo y ejercicio, con ansías de descanso y esparcimiento sedentario, aunque con el peso de un listado infinito de deberes por realizar colgando sobre sus hombros.

Ud. lo entendió por que tiene capacidad de asociación, por que ha leído libros, visto películas y escuchado canciones, escritas por gentes distintas a Ud. que aunque hablan su mismo idioma, no nacieron en su mismo pueblo, y no denotan todas las cosas, acciones y sentimientos con las mismas palabras con las que lo hacen los que comparten su gentilicio. Pero sobre todo, y a fin de cuentas todo esto lo ha entendido porque Ud. quiere entender.

Cuando se quiere entender, se quiere conocer y aprender. Por tanto, cuando se quiere entender, se está dispuesto a intuir, deducir, suponer, imaginar e incluso preguntar. Se está dispuesto a hacer cualquier cosa antes de decir: No te entiendo. En este sentido, decir "no entiendo" es reconocer el fracaso del intento comunicativo, en cambio decir "No TE entiendo" o "No entiendo lo que (tu) dices" es aun más grave ya que es equivalente a achacarle la responsabilidad del fracaso al otro .Adicionalmente, cuestionar determinadas palabras, en función a su poca o nula utilización dentro de la realidad lingüística de una comunidad determinada, es extraditarle de esta comunidad, es utilizar (e incluso fingir) un fracaso propio del entendimiento, para recordar al otro su condición extracomunitaria. Es una exclusión automática que quiere decir de forma encubierta: No me tomo la molestia de preguntar, imaginar, suponer, deducir o intuir, por que no te quiero conocer, no quiero aprender (ni mucho menos aprehender-te), ni te quiero entender.

Basándome más bien en pocos ejemplos a mi modo de ver curiosos, para quitarle plomo a la cuestión y sin la más mínima intención de hacer defensa de la rectitud gramatical oral o escrita de los latino-americanos, pretendo ilustrar cómo las palabras con las que la gente (aquí y allá) decide entenderse, son arbitrarias y caprichosas tanto en un sitio como en el otro, estando su validez más vinculada a la voluntad de querer entenderlas que al hecho de éstas de aparecer o no en el diccionario. Así como Cervantes nunca escribió la palabra ordenador, ni el vocablo fútbol, y sin embargo han sido aceptados y utilizados por los españoles (y por consiguiente por la academia que rige su lengua), creo justo reivindicar nuestro derecho (como hispano-hablantes al fin) a introducir neologismos, coloquialismos, y extranjerismos al castellano, con la esperanza de acabar por fin con la ridiculez del destierro lingüístico, gracias al reconocimiento del deber intrínseco al oyente educado de intentar entender sin reservas.

Y…. hablando de reservas, Hace ud. reservas para garantizar su habitación de hotel o hace más bien reservaciones? Los españoles hacen reservas, pués reservación les suena muy Yankee (imagino que por "reservation"), sin embargo no hacen cancelas, ni investigues, ni forniques, ya que cancelación, investigación y fornicación si les parecen palabras muy castellanas. Yo, hago reservaciones, pues con el inglés no tengo "acomplejaciones" ni en este caso "resevas".
Y es que el pavor a sonar anglófono es para algunos terrible, por lo cual prefieren emplear términos imprecisos, complicados, y hasta confusos, siempre y cuando disten todo lo posible de su homólogo inglés. Un ejemplo claro de esto es el llamado "ordenador": Si bien el ordenador ejecuta órdenes, no las imparte ni impone orden alguno (tendrían que ver mi escritorio -o la pantalla principal que aparece en mi monitor- para comprobar cuán desordenado puede llegar a ser el entorno de uno de estos aparatos). También la lavadora ejecuta mi orden de lavado, y la cocina calienta cuando yo le ordeno calentar, y no por esto las llamo ordenadoras. Las llamo lavadora y cocina porque hacen eso precisamente, lavar y cocinar como función principal. Qué tiene de malo llamar computador algo que computa? Mi primera teoría es que el termino se ha desechado porque comparte su raíz con el término anglosajón "computer"?,La segunda apunta a la posibilidad de que cuando el primer computador, "ENIAC", salió a luz pública los españoles sabían menos lo que era el cálculo y el cómputo, y en cambio estaban muy familiarizados con el hecho de dar órdenes, recibirlas y ser desordenados.

Lastimosamente la segunda teoría no la puedo corroborar, pues para aquel entonces no vivía entre españoles, ni entre venezolanos, no había nacido, no vivía. Y el ver a los españoles haciendo footing (a saber correr o trotar como actividad deportiva, higiénica o de esparcimiento) comprar cámaras de vídeo (esdrújula y con acento en la "í") armar puzles (rompecabezas), y aparcar el coche (estacionar el automóvil), me hace desestimar la primera teoría de forma rotunda.

No obstante, para ellos sigue siendo horrible que en Latinoamérica la gente salga del closet (y no del armario), que vistamos jeans (y no tejanos), y que "reseteémos" la computadora.
Ahora soy yo el que no entiende, y ojo, no es por que no quiera.
Digo ahora y no "ahorita", porque al parecer el diminutivo aplicado al "ahora" acaba con todo entendimiento posible de dicho adverbio. Y he de admitir que es cierto: "ahorita" no aparece en el diccionario, no ha aparecido ahora ni aparecerá "nunquita", pero tampoco aparecen "camita" ni "zapatito" y mucho menos "casica" o "telefonico", las cuales sin embargo, si que se entienden y hasta causan gracia.

Con respecto a los "telefonicos" tengo que reconocer que me parece bastante lógico haber escogido "móvil" y no "celular" entre los dos adjetivos que describen al útil artefacto, por que creo que la primera es una cualidad mucho más palpable y distintiva que la segunda, que en cambio, hace referencia a algo mucho más abstracto y complicado (la forma como están organizadas y dispuestas las estaciones base que enlazan vía radio con los aparatitos). Y puestos a reconocer, me declaro también culpable de creer, como la mayoría de los españoles, que Ronaldinho es un gran futbolista…. Al que éstos (si fuesen en realidad los únicos dolientes y férreos garantes de la lengua de Cervantes que dicen ser) deberían mentar más bien como sobresaliente "balonpiesista", y los no menos orgullosos de lengua y ufanos culés (catalanes adeptos al barça) deberían llamar "balópeusista".

Ahora bien y sin establecer juicios de valor quisiera dejar de lado el pie y quedarme con el balón: El balón bota o rebota? En España, botar es rebotar, y pillar un rebote es botar piedra (molestarse en argot caraqueño). Yo voto por vetar el rebote que pilla cuando dice botar y el otro no entiende que lo que ud. quiere es tirar. No follar, ni halar, sino lanzar algo a la basura. Pillar a pesar de que suene parecido, no es actividad exclusiva de pillos, sino de todo aquel que puede y sabe coger, que de nuevo, no es igual a saber follar, ni a poder tirar, sino más bien parecido a agarrar, que en España no existe. Aquí solo cogen y recogen aunque sin recogimiento alguno. España es un país bastante extraño donde nada se ve, todo se mira, la gente chilla en vez de gritar, los pies cantan a dúo con las axilas, cuando se diría que lo que hacen es apestar, y en donde hacer es sinónimo de beber o tomar (hacer una cerveza/un café)… La gente toma mucho aquí, y sobre todo, manda a tomar!... Por culo, por saco, por donde también se puede dar. También comen aquí, comen entre otras cosas jamón y morros, cuando dos personas se comen el morro, o se morrean en Venezuela dirían que se jamonean. Para jamonearse en público hay que tener mucho morro (que en este caso es cara dura). Y lo más cercano a esto que tenemos en Venezuela es jamonearnos o comer jamón en Pto, la Cruz, que tiene un morro que se lo pisa. Se lo pisan tanto que se está hundiendo.

El Morro y el jamón son partes del cochino, pero no sólo de cerdo se alimentan los españoles. También comen pollo, pero no tanto, porque más que comerlos los montan. En Venezuela, montarle un pollo a su mujer significa que ud. es un tipo moderno, que colabora en las labores del hogar que sabe cocinar éstas aves, y que está de buenas con la pareja, ud. está de buen rollo. Lejos de estar hacéndole un favor, a la española que el marido le monta un pollo, le están formando un peo, que en España es un follón de un mal rollo que no veas!. En Venezuela un rollo es un lío (o un caucho), y una mujer enrollada (o rolliza) no se ajusta al estereotipo de mujer ideal. La mujer enrollada española es en cambio es una tía con unos buenos rollos, que se enrolla sin hacerse un lío, y no monta pollos, pero pollas si. La polla, equivaldría en Venezuela, no a la hembra joven del gallo sino más bien a su postura: El huevo. Para los españoles huevos son bolas, con lo cual los venezolanos quedaríamos con tres testículos, y sin pene, o con tres penes y sin bolas. Que pena! Que bolas! Que mala leche!

Los lácteos son famosos en España, sobre todo la mala leche, que no es mala suerte venezolana sino saña, mal rollo, de ése que abunda en el curro, que quiere decir trabajo y también chollo, y que su vez significa ganga. Ortográficamente ganga es a tanga como chollo es a bollo, que en España no es chocho, ni papo, sino lesbiana.

Chocho y chichi son lo mismo, chachi es chévere, y churri es jeva pero anti-chuchi (chabacano). A las churris se le tiran los tejos, a las jevas lo propio es echarle los perros, no lance tejas en Venezuela si lo que quiere es chocho o chichi, y si echa perros a las churris se llevará un chimbo chasco por el pecho. Correrán despavoridas.

En España hay una enorme y gustosa diferencia entre correr y correrse que es lo mismo que tener un orgasmo. Recorrerse ya sería la bomba, (que no tiene nada que ver con una estación de servicio) o la hostia, que aquí no te la da un cura, sino cualquiera (incluso tu mismo), las hostias duelen y curiosamente te dejan un cardenal, que no es un clérigo si no un morado, que aquí llaman lila pero no es morillo, ni ex del puma, a quien aqui todavía recuerdan.
En fin, España es un país en donde lingüísticamente, la gente vive para eso: tomar, coger, cantar y chillar; morrearse, follar, correrse, montar pollos y pollas; mirar y rebotarse, pero nunca para entender!.

Señores! Lo guapo es entenderse, no entenderse como los guapos.

Comentarios