Ayer pensé que la luna iba a menguar por completo


Era apenas un arco finísimo alrededor de un hoyo negro en un cielo negro también. Me recordó aquel día en que la RAE salió con que la palabra del día era "menisco" y que aquello venía de "luna pequeña" (mēne+isko), aclarándome de pasada lo de asterisco. La rodilla, en eso, como que sintió que le pitaban los oídos y empezó con su cantinela de quejas y amenazas. Al cabo de un rato paré y me puse a hacer estiramientos aprovechando que el sol seguía escondido.

Hoy salí a correr un poco más tarde, cuando la luna se habia camuflado contra un cielo ya muy claro y el gremio runner estaba plenamente activo. Más que el reflejo de las farolas sobre el agua turbia del malecón, eché en falta a los borrachitos rezagados que me hacen sentir, en comparación, como un ironman asceta. Cuando corres a plena luz, en cambio, te toca arrastrar toda la prodigalidad de tu IMC entre un cardumen de gacelas potentes que apenas toca el suelo con sus patas neumáticas envueltas en liycras fosforescentes, mientras tú te queda atrás sintiéndote encallado como una ballena.

Has perdido peso, me digo para animarme, y en eso caigo en que décimos "perder kilos" como si los dejásemos, sin querer, mal puestos en algun sitio o los estuviésemos buscando. Como si los condenados no nos anduviesen siempre a la sombra y detrás. Como si no estuviésemos todos corriendo despavoridos intentado despistarlos para que no nos alcancen. Otra vez. Trato de concentrarme. Visualizo mi futuro figurín apolíneo, mientras mi gordito interior me susurra: Mid-life Crisis anyone?

Es curioso. Antes la peña vivía en promedio 70 y a los 55 le daba por comprarse un descapotable, teñirse el bigote, ligarse a alguien mucho menor y aún así lo llamaban crisis de la mediana edad. Ahora que vivimos 90 nos entra esta cosa loca por correr, escalar o pedalear como posesos desde los 35 y de ese impás no salimos hasta los 70. Parece claro que seguimos sin saber dividir entre dos, pero entendemos mejor el saldo de la cuenta, la imposibilidad del deportivo y el escasísimo erotismo de una billetera talla M.

Talla M, talla M... Cierro los ojos y me imagino llegando a la meta y rompiendo con mis costillas puntiagudas una cinta que pone justo eso. Proclamando el final de la temporada de selfies en escorzo extremo. Al abrirlos, un pelotón de crosstrainers me mira condescendiente y de reojo, como cuando ves en el súper a la señora con sus mallas y sus zapatillas de correr llenando el carrito de Coca-Cola light. Parece que ahora el cardio cayó en desgracia y solo unos cuantos avispados saben que en realidad no sirve para nada. Lo de ahora es hacer hipoxia, cetosis, hormonal workouts, high intensity interval training, excess postexcercise oxigen consumption...

Como todo me suena a astrofísica, sigo corriendo y vuelvo a mirar al cielo, que aquí en la playa se puede ver bajito, apenas sobre el horizonte, y en eso pasa un cometa. Una pelirroja que va hecha una flecha, como huyendo de si misma y con una rizadísima melena incendiada al viento, totalmente perpendicular a su espalda. Me pregunto si la propulsa el amor por su cuerpo o el odio por lo mismo. Me lo pregunto a mi mismo y sigo corriendo. Me fijo en que las nubes quizá son tan perfectamente poéticas precisamente porque nadie nunca pudo decir cuál era más bonita que la otra por mucho que clasificarán sus tamaños y formas. ¿Quién quiere una luna talla M? Talla M, clase media, mediana edad, para eso los griegos no tenían palabras. En cambio sí que ponían una flechitas en sus manuscritos que indicaban los párrafos que debían borrarse en la versión final. Los llamaban obelos y cuando los hicieron más pequeños, obeliscos.  De ahí saltaron a la parrilla para vertebrar brochetas de carne.  Los pinchos se convirtieron luego en monumentos en forma de flechas que apuntan al cielo para marcar ahora sobre el terreno ya no lo que debe desaparecer, sino, en cambio, lo que debemos recordar con cierta solemnidad y así es cómo los conocemos. Obeliscos, asteriscos, meniscos, ... lo que hay que correr para juntar todo esto...

P.d.: hacer de algo un story es quizá LA manera actual de pintarle un obelisco de los originales. De convertirlo en un mensaje que va autodestruirse como los del Inspector Gadget. De dejar constancia también de nuestra incongruencia y nuestra falsa modestia. De decir entre paréntesis "Entérate de todo lo que hago y luego olvídalo", "ahora me ves, ahora no me ves" "ya sé que es irrelevante, pero igual te lo digo...". Luego anclar la story a nuestro feed ya es, en cuanto a coherencia, la bomba. La temporalidad atemporal y eternizada. Es echarle laca a los castillos en la arena. Es como marcarte 20k y luego sentarte a zampar como si no hubiese un mañana, habiendo posteado antes, claro, tu respectivo y sudoroso selfie.

P.d.2: Quizá nadie haya descrito mejor y en tan pocas líneas lo que yo siento al correr como Leila Guerriero en el texto que tituló Comulgar para su columna (de pago) de El País. Yo comulgo con ella y con Clarice Lispector. Aquí dejo un enlace guerrilla (gratuito) para el que quiera saber lo que es correr sin levantarse del sofá ni cansarse.

http://dueloliterae.blogspot.com/2014/09/columna-para-el-comentario-critico.html?m=1







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