Tiros de esquina III. No bailamos en el bar.

Los taxis no pasaban. Decidí caminar por la acera y alejarme un poco del bar hacia la próxima avenida importante. Estaba un poco aturdido y me venía bien caminar y airear un poco las orejas. Fue una noche muy extraña aquella en la que Santos celebró su 24to cumpleaños. No hubo velitas, ni canción de cumpleaños ni torta. No hubo regalos ni tarjetas y tan sólo pocos abrazos de felicitación. Nadie le llamo desde Brasil para felicitarle, ni ex-novias, ni amigos, ni primos, ni tíos. No bailamos en el bar, pues no pusieron música esa noche, y a la hora justa habían desenchufado la rocola . No comimos, ni fumamos y sorbimos apenas un par de cervezas cada uno. Ni el dueño del bar, ni los meseros prestaron la más mínima atención al cumpleañero, que era un asiduo y un cliente ejemplar. Por tanto, no hubo caiprinhas, ni rondas gratis de cerveza, ni descuentos a la hora de la cuenta. No se habló. Yo no hablé con nadie, o por lo menos nadie me habló. Mientras estuvimos ahí no nos acordamos de que era el cumpleaños de Santos, ni de que cumplía 24, ni de que se estaba haciendo mayor, ni nada. Nadie celebró que hacía casi un cuarto de siglo había llegado al mundo ese salvaje impresentable y de gran corazón que era el Santi en aquel entonces. Nadie encontró un episodio gracioso que recordar y compartir con los demás sobre la vida de Santi durante esos 24 años. Nadie pensó que el hecho de que estuviese vivo, era razón suficiente para saltar de alegría. Nadie le miró ni siquiera, ni yo, ni Juan, ni Miguel. Incluso Bea, por Dios!. ..Nadie hizo nada: Todos mirábamos el partido.

A esta hora ya debe haber terminado. Ojalá haya ganado el equipo de Santi!.

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