Sweet menace Condoleezza

Condoleezza Rice, doblemente estigmatizada por mujer y por negra, es la prodigio norteamericana que encarna el ideal de superación de adversidades que supone la discriminación racial y sexista. Quebró el techo de cristal con su puño de mujer negra y es la prueba viviente del éxito del movimiento de los derechos civiles que fuera promovido por un hombre que las feministas no toman en cuenta cuando intentan explicar las desgracias del mundo desde la teoría del androcentrismo. En ejercicio pleno de sus libertades femeninas Rice decidió no comprobar cuán opresor puede resultar un marido, ni que tan pesado podía ser el lastre de un hogar y unos hijos en su carrera profesional. No obstante, esto no la hace menos mujer. Condoleezza (que irónicamente quiere decir “con dolcceza” o “con dulzura”) es tan dulce como el papel bond sobre el que se han impreso sus más sensibles y femeninas frases:

"People may oppose you, but when they realize you can hurt them, they'll join your side."
“La gente puede oponerse, mas cuando se percatan de que puedes hacerles daño, se pondrán de tu lado”

Mientras Rice no descance en paz, esta frase que bien podría ser su epitáfio, se limita a ilustrar de forma inequívoca la tarea que a nivel global ha venido desarrollando desde que dejó su cargo en la multinacional Chevron (dejando tras sí la horterada de un tanquero bautizado con su nombre) para unirse a Bush hijo en sus campañas invasoras. El modelo diplomático que promueve, “Transformational Diplomacy”, busca conseguir apoyo a las políticas estadounidenses mediante procesos de “negociación” cada vez más “cortos y efectivos” que la han hecho recorrer en 26 meses más millas que Juan Pablo II en sus 26 años de pontificado. El poder persuasivo de la Secretaria de Estado de “pies ligeros”, es el mismo ostentado por un arma de fuego, y su estrategia se basa en la advertencia, la amenza y el castigo ejemplarizante: Advertir a los gobiernos sobre las políticas que pueden despertar la ira del monstruo norteamericano; amenzar con serias represalias económicas u ofensivas bélicas; y castigar al sordo desobediente que como Castro y Hussein han de encarnar la parábola del angel caído, la oveja negra y el hijo descarriado a modo de ejemplo maldito para el resto del mundo libre, democrático y globalizado.

Se engaña aquel que ve en Rice, la “bully” del recreo diplomático mundial, a una simple emisaria de la amenza, o mera profeta del mensaje ajeno. La mujer más poderosa del mundo en 2004 y 2005 sengún la revista Forbes (ahora la segunda tras el ascenso de Merkel a la cancillería de la república Alemana) dificilmente podría ser inocua o una simple mandada de la administración Bush. Sus opiniones, consejos y políticas han sido cruciales en la consecución de financiamiento y apoyo interno a la guerra en Irak. Sin sus testimonios falsos sobre la tenencia de armas nucleares en Irak, y su rebuscada forma de vincular la raza, la religión y la situación geográfica con el mal, la ofensiva estadounidense se hubiese quedado sin combustible hace meses. Opositora ante la politica exterior exclusivamente punitiva, Condoleezza es la principal promotora de la más femenina idea de combinar la prevención y el castigo. Según esta política se pueden cometer las mismas atrocidades sin que sea necesario recibir un ataque u ofensa a las que responder. La prevención a lo Rice es “lo más”, lo más escádoloso, lo más avergonzante y obviamente criminal. A pesar de ser “negrita” y mujer -una aliteración de minorías andante- en el caso de Rice la discriminación hemos de entenderla como un acto de “des-criminar”, es decir, de remover o borrar el crimen perpetrado por el sujeto. Rice es a diario des-criminalizada por obra gracia de su pertenencia a unas minorías que nunca reivindica. Cuando ya resulta imposible encubrir la atrocidad de su proceder, se dice entonces que habla como blanca y actúa como hombre. Su soltería y carencia de prole caen entonces como anillo al dedo, y dejan de ser estandartes de la libertad de elección femenina para convertirse en pruebas de un psiquis marcadamente masculino. La prensa cae en el juego del travestismo histórico “one way” que sólo opera en este sentido, y que masculiniza a las mujeres cuyos errores no pueden ser encubiertos ni achacados a un tercero del sexo masculino. Este fenómeno y su
unidireccionalidad se hacen evidentes si consideramos por ejemplo lo que sobre Alejandro Magno se nos ha contado: Pese al excéntrico hábito de ponerse el vestido plateado de Atenea durante las fiestas, de proclamar abiertamente su amor por Hefestión en repetidas oportunidades, o de besuquear a eunucos hermosos en público, a nadie se le ha ocurrido jamás hayar la justificación a los bríos bélicos, invasores y expansionistas de Alejandro Magno en su ambivalencia sexual o en su “lado femenino”. Alejandro, por muy excéntrico que fuese, sigue siendo magno para algunos, maligno para otros, pero siempre hombre, aunque medio maricón.

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