Teoría y Práctica


Los del tiempo daban 90% de probabilidades de Netflix para el domingo, pero él prefirió salir de casa a desafiar a las nubes blandiendo su paraguas de cañón largo. Salió a cazar charcas en donde pudiese verse el mundo patas arriba. Como si hiciera falta¡ Salió a buscar reflejos mojados de esos que abundan en Instagram, sólo para darse cuenta de que a éstos era más fácil encontrarlos en un barrio llamado Photoshop. Los que le vieron paseando sin rumbo aparente por las calles, pensaron que estaba cabizbajo, pero él sólo iba concentrado, mirando las nubes y los cielos que habían salido a nadar sobre toda el agua que no encontró su alcantarilla.

Al rato, por uno de esos espejos que la lluvia suele dejarse olvidados, despedigados sobre las aceras, se asomó el sol que llegaba terriblemente tarde y de improviso. Y entonces, las casas con sus ventanas y sus árboles y sus farolas apagadas, se cansaron de flotar y comenzaron a evaporarse.

Levantó la mirada por fín. La gente cerraba y escurría sus paraguas, se sacaban los ponchos, se quitaban los gorros. Los más meticulosos secaban sus zapatos con papel. Una pareja volvía a ponerse los cabellos en sus sitio mirándose cada uno en las gafas de sol del otro y una vez listos se besaron para manifestar su aprobación. Él les sonrió y ellos lo hicieron de vuelta.

–la mayoría somos como charcas de agua limpia –pensó –no hacemos sino reflejar lo que sucede alrededor. Nos dan los buenos días y los deseamos de vuelta; nos agreden y tendemos a hacer lo mismo; nos sonríen y sonreímos casi de forma automática, como en una especie de saludo abreviado y silente... o quizás en reconocimiento tácito del unánime mono de amabilidad con que todos nos levantamos cada mañana.

Continuó su camino dispuesto a probar su recién enunciada teoría. Saludó al chino de la peluquería siempre vacía y éste levanto su mano en un gesto similar. Pestañó mientras sonreía al segurata del súper que abre los domingos y aquel hizo exactamente lo mismo. Corrió como para atrapar a dos chavalines jugando en el parque y éstos corrieron también, pero huyendo de él, aunque claramemte divertidos. Dio los buenos días unas veinte veces y se los dieron a él en casi idéntica proporción.

–La amargura y la mala educación –comenzó a apuntar en su teléfono –son menos endémicas de lo que nos hacen creer las redes sociales y los noticieros! – Cuando estaba punto de postearlo no pudo ver el botón de "publicar" ni tres cuartos de lo que abarcaba su campo de visión. Tenía lodo en las gafas, salpicaduras en toda la ropa y enteramente empapados los bajos del pantalón. Aún alcanzó a ver al motorizado cabrón que había hecho esquí acuático sobre el charco antes de que desapareciese tras la esquina. Optó por escribir una fábula corta sin animales:


"Teoría y Práctica hicieron por fin las paces un buen día, después de tanto y tanto follón. Teoría no daba crédito, pero en el fondo estaba encantada y cada noche llamaba a su tia Hipótesis del Carmen para contarle. Que si estaba super contenta, que si se sentía por fin valorada y respetada... Práctica,  por su parte, feliz de no tener que sorprender ni improvisar, seguía al pie de la letra el guión pautado para un finde de reconciliación. Así pues, el sábado por la noche, después de una semana de mucho trabajo, se dispusieron a celebrar a lo grande y se compraron sendas botellas de champán del más caro para beberlo en el jacuzzi, juntas, a la luz de luna. Pero las burbujas, es lo que tienen, pinchan cuando suben, y generalmente suben a la cabeza. Cuando iban por la segunda botella Teo ya estaba de nuevo intentando predecirlo todo en su perorata hiperdescriptiva, mientras Prac hacia que la oía aunque en realidad estuviese con el móvil, enviándole mensajitos y chorradas a las malas pécoras de Destino y Azar. A las 5 am vieron a Prac aún de juerga con las otras dos saliendo de un garito de mala muerte del Paral.lel. Teo seguía en la bañera, a todas estas, sin música, ni champán, sola y ya a pleno sol, erre que erre, pontificando."

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