3 Libros y un Atlas de juguete

  I

Los suecos, según este #libro, se sienten representados por su sentido de "Lagom" que queriendo decir not too much, not too little, o como dice mi papá "ni calvo ni con dos pelucas", me lleva a esa crianza tan nórdica que dio mi abuela a sus hijos en pleno apogeo de la ilustración maracucha y a mi background, por eso, tan vikingo.

Si damos por bueno lo que dicen los autores en esta compilación(1), las identidades nacionales son tan rebuscadas como el ejemplo anterior. Sin que importe mucho lo que pasó o dejó de pasar, ahí cada país decide fijarse en una cosa X o en otra y a partir de eso "definirse". Muchos recurren a grandes logros colectivos, otros a victorias bélicas, algunos a derrotas y largas relaciones de subordinación, mientras aquellos prefieren que sea la "mamma", un platillo o el idioma, lo que de forma a su identidad. 1000% "mito" fundacional.

Es un tema quisquilloso que no admite una #reseña detallista ni opiniones de terceros y que, sin embargo, me ha hecho pensar en que todos somos un poco como los países. Ya no es tanto lo que nos pasa o nos deja de pasar, sino cómo nos lo contamos a nosotros mismos, en qué tono y en qué orden; qué preferimos obviar o, por el contrario, en lo que decidimos explayarnos para formular a partir de ahí lo que sentimos que somos. 

Bienvenidos pues a la República Relativista de Felipe. Otro régimen autocompasivo en donde la memoria selectiva ha sido institucionalizada y en el que el machaque endógeno sufre una censura férrea. Un sitio en el que la libertad de expresión de la cabeza llega solo hasta donde empieza a amenazar la salud de la propia estima y un país en dónde el lenguaje amable ante el espejo de la conciencia se pretende ley y lo contrario está penado. A diario recibo, cómo no, criticismo "objetivo" de parte de mi mismo, pero lo admito a trámite sólo si me lo digo bonito y sin faltar, no vaya a ser que luego los agravios se me instalen como filtro predeterminado en la foto del autoconcepto (tan trendy) y luego, ya se sabe: las imágenes ahí quedan, pretendiendo elevar al estatus de verdad eterna lo que no es más que un mal gesto e iluminación pobre. Pura circunstancia e instante.

(1) Histories Of Nations. How their Identities were forged. Edited by Peter Furtado. Thames & Hudson Ltd. 2017.

Elizabeth Finch. Julian Barnes. Jonathan Cape UK. 2022

"getting its history wrong its part of being a nation" - Ernest Renan (@ Julian Barnes's Elizabeth Finch)

Retrotopía. Zygmunt Bauman. Arcadia 2017


"Se solía decir que los hechos hablan por sí solos. Evidentemente, eso no es cierto. Los hechos solo hablan cuando el historiador los invoca: es él quien decide cuáles hechos entran a escena y en qué orden o contexto" (Retrotopía. Zygmunt Bauman. Arcadia 2017)




II
(El Atlas)

Las mapas, cómo no, también son como fotos. Son retratos aéreos de ciudades, países o continentes enteros, aunque no menos posados, filtrados o retocados que la historia. Siempre me fascinaron y justamente por recordar todo lo que jugué de pequeño con aquel globo terráqueo, con el libro de niños del mundo o con ese almanaque mundial, en enero le pusimos un atlas en el hocico al camello de Baltasar y pues eso, que Micaela ha podido seguir jugando tranquila con sus gatitos mientras yo repaso la silueta de elefante de Venezuela con los ojos. ¿Por qué un cachicamo y no un chigüire?¿Por qué el casabe y no la cachapa? * Preferencias del "fotógrafo", me digo. En cualquier caso, no veo por ninguna parte las rutas del éxodo por las que el país ha perdido tanta gente ni los hoyos demográficos que, a estas alturas, habrían convertido el mapa de Venezuela en una loncha de queso palmita, pero tampoco encuentro en el mapa español rastro alguno de lo feo ni en el gringo la ubicación de nada que no sea esplendor. La cuestión va, queda claro, de poner la mejor sonrisa para la foto, aunque unos digan cheese, otros patata y nosotros whisky (very telling).

* chigüire, cachicamo, cachapa, pero también cachivache, chirrinchera, chinchorro, Chichiriviche y Chachopo. Sendo fetiche con la "che". En vez de "whisky", para la foto, deberíamos decir "chécheres!" (Así, alargando la "e" final hasta que ninguno salga con los ojos cerrados) y me la juego a quedamos igual de bonitos.

Atlas de Mundo. Edición Púrpura. Aleksandra Mizielinska y Daniel Mizielinski. MAEVA 2020.


"...el peligro de la nostalgia es que tiende a crea confusión entre las patria verdadera y la imaginaria"  (Retrotopía. Zygmunt Bauman. Arcadia 2017)


III
En la cartografía, también, se puede posar u optar directamente por el retoque a lo bestia y la posproducción. Según cuenta Simon Gardfield en su libro "En el Mapa", un lord inglés por allá en el siglo XVIII le pintó a África una cordillera descomunal justo en medio del pecho y luego más abajito escribió lo de "Montañas Kong". El invento coló y durante aproximadamemte un siglo el mapa del "continente vacío" mostró una barrera "infranqueable" que luego, de un dia para otro, desapareció y fue suplantada por una planicie repleta de nombres de "tribus" y asentamientos igual de imaginarios. Las dos "poses" o estrategias funcionaron igual de bien a la corona británica. La mole de piedra provocó una pereza enorme en los exploradores del resto de imperios expansionistas y luego todos aquellos nombrecitos pintados enviaron el mensaje oportuno avisando de que ya todo el pescado estaba vendido. No es cuestión de valorar ahora la ética geopolítica de la cartografía imperial, pero no puedo dejar de pensar en todos los tipos de montañas Kong que a lo largo de la vida y a veces sin querer nos inventamos, en la cabeza y por el pecho, para hacer ver que lo que por ahí está es inaccesible... En cómo a veces nos pensamos tan minuciosamente explorados, tan repletos de nombres y definiciones "definitivas" que logramos ahuyentar a los que vienen de por allá con mero afán de perderse un rato por estos lares y descubrirnos. Las cumbres de esas montañas imaginarias, me digo, o las costas de ese mar interior, nos son a menudo las menos reconocibles pues solemos construir en ellas apenas un par de muelles a los que vamos a atracar siempre y por defecto cuando sube la marea. Sabemos llegar ahí de forma instintiva y sin instrumentos, conocemos incluso las coordenadas exactas y la ruta precisa hasta ese puerto seguro, pero de lo que acabamos de atravesar, con frecuencia, lo desconocemos todo. Su profundidad, su forma e incluso su nombre.







IV
Al parecer, lo de saber cómo llegar sin que importe demasiado a dónde, es algo muy occidental que, según the Address Book de Deirdre Mask, queda claro con tan sólo mirar el mapa de una ciudad de las nuestras y uno de Tokio, especialmente si es antiguo.

Los japoneses, dice esta señora, identifican claramente los barrios, los chome que son como divisiones más pequeñas de aquellos; los bloques o las manzanas; dentro de ellas los edificios, las casas o apartamentos y mientras tanto, las calles, bien gracias, quedan sin tan siquiera numerarse o figurar en la dirección postal. Lo opuesto sucedería en Nueva York, por poner sólo un ejemplo, en donde el 98% de los edificios son identificables solo por su posición a lo largo de una vía, esta sí con nombre o al menos un número, sin el que un paquete no llegaría a destino jamás. 

Parece casi imposible sorprenderse de esto sin embargo, si tenemos en cuenta cómo escribimos los unos y los otros. Hasta aquí has llegado teniendo que juntar letras y letras y recorriendo con la vista largas líneas que, como calles, te han ido llevando, al final, hasta un mensaje o significado. Con los kanji japoneses, en cambio, vas saltado de ideograma en ideograma que, en vez de senderos, son como pozos o unidades más o menos autónomas y con sentido propio. No quiere decir esto que unos seamos todo relación y conectividad, mientras que los otros son entidad y autarquía pura. Solo viene a apuntar quizás otra manera en la que el lenguaje nos determina o cómo influye en la forma en que entendemos, nos movemos y actuamos. Otra prueba más de cómo el lenguaje modela los humanos que acabamos siendo.

The Address Book. What Street Addresses reveal about identity, race, wealth and power. Deirdre Mask. St. Martins PR. 2020



Un mapa del lenguaje en mayúsculas (que no de los idiomas o los lenguajes) me apuesto todo a que sería un mapa bien interesante de trazar en todas sus dimensiones y con todos sus saltos cuánticos. O,  como dice Marina Garcés, un mapa impertinente de nuestras ignorancias que sería por fuerza mucho mas rico que el de nuestros saberes. Un mapa, al final y al cabo, como lo veía desde su avión Saint-Exupéry, no tan lleno de nombres de pueblos, rios y montañas sino de granjeros, guardianes de faros, parejas, gente y vínculos. 

Males Companyes. Marina Garcés. Galaxia Gutemberg 2022.

"... se agarraba a las alas de Saint-Exupéry una y otra ves no para evadirse sino para construir esa mirada comprometida. Encontramos de nuevo la cuestión decisiva del punto de vista y de la necesidad de desplazarlo hacia arriba para estar más cerca.  Un poco más lejos para encontrar la proximidad correcta y soportable. (Males Companyes. Marina Garcés. Galaxia Gutemberg 2022.)


Los que nos pasa en la vida quizás sea la historia, pero la identidad es otra cosa. Lo que nos ocurre seguramente sea tan tremendo o fantástico como un volcán o una cascada, pero el mapa puede seguir siendo colorido, bonito y fascinante. Todo puede que dependa de los contornos, la texturas o los nombres que le dibujamos y todo eso, cuando se trata del mapa de neustra vida o nuestra identidad, lo dibujamos con la tinta del lenguaje. Hablemos(nos) pues con amabilidad y sin tantísimo drama, sobre todo, delante del espejo. 

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