…And they lived happily ever after! (*)

Antes de leer estas palabras tenemos que leer páginas de tragedia e intriga que nos mantienen interesados durante horas y quizás días. Lo que viene después: la felicidad, no se cuenta nunca, y realmente a nadie interesa… No interesa ni a escritores ni a lectores, ni a los más jóvenes ni a los adultos. La felicidad del “resto de la vida” es aburrida. Así nos lo enseñan los cuentos de hadas.

Alrededor de los treinta, solía pensar, se encontraría el inicio de ese resto. Quizás por que pensaba que para esta fecha las grandes preguntas de aquel momento (independencia económica, pareja, formación, etc.) estarían contestadas -como dice la ceremonia-, hasta que la muerte me separe!

Sin embargo, hoy, a esta edad, no creo que tengamos suficientes “para siempres“ como para ver el “resto” tan de cerca. Con todo lo que esto conlleva…

A diferencia de lo que sucedía en otras épocas, ya nada tiene por fuerza, que estar definido a los 30, y nada ha ser definitivo. Siempre podemos cambiar de parecer y parecer cambiados, pero sobre todo siempre podremos seguir preguntando(nos). Esto, que en apariencia es bueno, tiene también su lado perverso, y es que justamente por esta razón y en este punto de nuestras vidas, ya nada tiene la necesidad que ser tan bueno, ni tan perfecto, pues nada ha de responder a todo, ni ha de responder por siempre. Los muebles son de cartón por que los podremos cambiar y las casas pequeñas por que nos mudaremos; los salarios muy bajos por que otro mejor más adelante nos espera, y la pareja muy tonta por que el verdadero amor está aún por llegar. Tampoco nosotros tenemos que ser excelentes en ninguna manera pues siempre nos queda tiempo para mejorar y llegar a ser. La libertad de ser inacabados, de estar en perenne reforma y en constante pregunta, a la final nos ha terminado siendo impuesta. Hemos abrazado el sentimiento liberador que implica el no tener que haber “cristalizado” bajo ninguna forma para cuando se sople esa vela determinada, sin percatarnos que al hacerlo hemos aceptado también todo lo incompleto, lo mediocre, lo rompible y lo desechable como respuesta : nos hemos jugado una mala pasada!

Los 985 aspirantes inscritos en la oferta de trabajo que solicita a una “recepcionista menor de 30 de buena presencia con inglés, francés, checo y finlandés, para trabajar en polígono industrial, jornada completa y fines de semana; con manejo de herramientas de informática, coche propio y disponibilidad para viajar. A cambio de un sueldo entre 9 mil y 12 mil euros brutos anuales (a convenir según valía)”, son una prueba aplastante de que el valor de marcado que posee “la juventud” es su conformismo, su tolerancia a la explotación, y su acrobática adaptabilidad a lo incómodo. Una vez constatado que como jóvenes estamos dispuestos a aceptarlo todo por provisional, dicha disponibilidad se ha convertido en nuestro mayor atractivo y condena. Remediarlo sería envejecer.

No es tanto que queramos lo provisional, o que hayamos desterrado para siempre el “para siempre”, sino que hemos dejado de creer que en este momento nos pueda tocar lo definitivamente bueno, y a fuerza de aceptar lo defectuoso en nombre de nuestra juvenil adaptabilidad, esto mismo es ahora, lo único que se nos ofrece.

Lo defectuoso no dura: se quiebra, se rompe, o se pudre y cuando lo hace nos deja desnudos, nos obliga a desecharlo y a buscar su sustituto. Si para entonces, nos seguimos creyendo muy jóvenes para “el para siempre”, volveremos a aceptar lo mediocre y su inherente caducidad.

Que fue de la garantía? Dónde está al aumento de salario? Donde está mi póliza de seguros y mi fondo de pensión? … Cuando murieron las almas gemelas y los compañeros de toda la vida? No veo cerca el feliz colorín colorado.

No es cuestión de resistencia al cambio, ni de empeño en retener lo que no sirve. Es más bien todo lo contrario. Hablo de resistirnos a lo que no nos servirá mas allá de ahora mismo y que tarde o temprano nos obligará a cambiarlo siempre. Hablo de no aceptar lo malo por transitorio, porque nos estamos quedando con ello por siempre, porque nos estamos comprando la casa del primer cerdito una y otra vez. Hablo de perseguir aquello tan bueno que querramos conservarlo para toda la vida. Hablo de buscar la felicidad aunque sea para siempre!

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