No se puede negar que el balance es tendencioso y poco objetivo, sobre todo cuando se trata de personalidades complejas escindidas en dos porciones: una humana y otra divina, una verídica (muchas veces desconocida) y otra ficcional, una racional y otra espiritual. Es el caso de Evita cuya biografía es teatro, cine, poesía, reportaje y documental, historia y mitología, novela dramática y de espionaje, es comedia, y es tragedia, es esoterismo, autoayuda, reseña turística o pare ud. de contar y la podríamos encontrar en cualquier sección de la librería excepto en la infantil.
Pero también es el caso de La Malinche, Doña Marina, Mallinalli, Malintzin, la Llorona o la Chingada, con tantas historias como nombres, tantos nombres como hazañas y tantas hazañas como culpas. Tanto sus virtudes como sus vergüenzas son difíciles de determinar y el veredicto final depende enteramente del autor que se decida consultar. Sin embargo, la sapiencia popular la ha querido poderosa, promiscua, traicionera y nefasta para con sus paisanos. Y si bien el sentido común no es fiable, objetivo, ni justo, a los ojos del que esta redistribución de culpas entre los poderosos de ambos sexos escribe, por una vez, la cuestión parecía inculpar a una dama. No obstante, se atrevesó Laura Esquivel, quien al parecer, no lo pudo soportar, y al ver a la señora en el aprieto de tan desafortunada prensa, salió a su femenino rescate redescribiéndola como una terrenal y bondadosa divinidad. Según Esquivel, La Malinche fue un genio, una pródigo de las lenguas, un as de la diplomacia y una maestra de la negociación. No obstante, y al mismo tiempo, fue una triple victima de su ingenuidad indígena, de su amor desmedido por Cortés, y del temor a (los) Dios(es). Para Esquivel, La Malinche es sobre todo la gran salvadora de su pueblo, ya que según su visión, la falta de Malinalli se hubiese traducido en falta de entendimiento entre nativos y conquistadores, y esto a su vez en una mayor hostilidad, devastación y exterminio total de la raza. También es la gran madre, según esta versión, por haberse entregado fecunda a la tarea de engendrar los hijos que los conquistadores estuvieron dispuestos a procrear. La Malinche puso el útero fértil y originario que alumbró e hizo posibles a los mexicanos mestizos que hoy conocemos. Según Esquivel, los mexicanos postcoloniales tienen en Mallinalli a su Eva particular. Una Eva más inteligente, astuta y sagaz que la primera, pero a la vez ingenua como ninguna, romántica pérdida y fiel al señor! No es hermoso?
Me encanta Esquivel, pero necesito preguntar: ¿No es esto demasiado rodeo literario? ¿No es esto un intrincado tinglado dramático expiatorio a favor de la Chingada?¿No es esto un lavado de cara poéticamente “argumentado” que sólo se aguanta ante la imposibilidad actual de hablar mal de una mujer sin que se corra el riesgo de ser arrestado por misoginia? De espías y traidores hombres están llenas las carceles del mundo, y sus nombres se escriben sin remordimiento ni pena sobre las páginas de la historia antigua y moderna de cualquier nación. Ahora bien, si el espía en cuestión es mujer la cosa se complica, hay que elaborar más la idea, hay que hilar fino y hurgar profundo. Es necesario novelar y fabular la historia hasta que afloren las sublimes motivaciones, siempre románticas, maternas o simplemente ingenuas; hasta que se vislumbren las verdaderas causas, siempre enraizadas en la dominación, la vejación y la desigualdad contra la mujer; y hasta que emerjan por fin los verdaderos culpables: los hombres.
Menos poéticas le resultaron a Mata Hari sus redenciones literarias pero igualmente expiatorias. Sin embargo, he de decir en desagravio de las espías, que ambas han sufrido hasta la fecha suficiente vilipendio, y que de no ser por aquellas que intentan resucitarlas bajo la forma de ninfas indefensas incapaces de maldad que nunca pudieron ser, yo las hubiese dejado en paz. Asimismo, dejaré en paz a Merkel porque su aportación a la historia del mundo actual como poderosísima mujer que és, está en plena redacción, y por tanto, avanzar algo en este sentido seria un mero agüero sin fundamento. Dejaré en paz por la mismas razones a Bachelet, a Micheline Calmy-Rey, a Mary McAleese y porque no? a Segolène Royal y a Hilary Clinton conjuntamente con el resto de las presidentas en ejercicio o por ejercer.
No podría hablar de las infames venezolanas de la quinta república, por que no las considero mujeres, ni hombres. No las considero, o las considero muy poco, y mi poca consideración hacia ellas no tendría nada que aportar al tema que venimos tratando. Asimismo, y aunque quisiera, no podría hablar de Esperanza Aguirre con propiedad alguna, y si bien a la señora poder local no le falta y se le ven las costuras desde lejos, prefiero abstenerme por razones similares a las que dejo en paz a las venezolanas.
Dejaré en paz a muchas otras cuyo poder no ha sido poco, pero si más regional, relacionado con el mundo corporativo o estrechamente vinculado con su ámbito profesional. No porque éstas no hayan detentado poder o porque lo hayan empleado de forma intachable, si no por considerar que los cinco ejemplos antes comentados ya ilustran con suficiente claridad los mecanismos a través de los cuales la indulgencia histórica refuerza tan bién y de forma tan sospechosa la victimización de la mujer. No se trata de que las culpas de unas pocas puedan anular el derecho de las muchas a reclamar lo que por justicia les toca, sino más bien, de que las muchas culpen también a las pocas apelando una justicia que en ningún caso debería tener sexo.
Pero también es el caso de La Malinche, Doña Marina, Mallinalli, Malintzin, la Llorona o la Chingada, con tantas historias como nombres, tantos nombres como hazañas y tantas hazañas como culpas. Tanto sus virtudes como sus vergüenzas son difíciles de determinar y el veredicto final depende enteramente del autor que se decida consultar. Sin embargo, la sapiencia popular la ha querido poderosa, promiscua, traicionera y nefasta para con sus paisanos. Y si bien el sentido común no es fiable, objetivo, ni justo, a los ojos del que esta redistribución de culpas entre los poderosos de ambos sexos escribe, por una vez, la cuestión parecía inculpar a una dama. No obstante, se atrevesó Laura Esquivel, quien al parecer, no lo pudo soportar, y al ver a la señora en el aprieto de tan desafortunada prensa, salió a su femenino rescate redescribiéndola como una terrenal y bondadosa divinidad. Según Esquivel, La Malinche fue un genio, una pródigo de las lenguas, un as de la diplomacia y una maestra de la negociación. No obstante, y al mismo tiempo, fue una triple victima de su ingenuidad indígena, de su amor desmedido por Cortés, y del temor a (los) Dios(es). Para Esquivel, La Malinche es sobre todo la gran salvadora de su pueblo, ya que según su visión, la falta de Malinalli se hubiese traducido en falta de entendimiento entre nativos y conquistadores, y esto a su vez en una mayor hostilidad, devastación y exterminio total de la raza. También es la gran madre, según esta versión, por haberse entregado fecunda a la tarea de engendrar los hijos que los conquistadores estuvieron dispuestos a procrear. La Malinche puso el útero fértil y originario que alumbró e hizo posibles a los mexicanos mestizos que hoy conocemos. Según Esquivel, los mexicanos postcoloniales tienen en Mallinalli a su Eva particular. Una Eva más inteligente, astuta y sagaz que la primera, pero a la vez ingenua como ninguna, romántica pérdida y fiel al señor! No es hermoso?
Me encanta Esquivel, pero necesito preguntar: ¿No es esto demasiado rodeo literario? ¿No es esto un intrincado tinglado dramático expiatorio a favor de la Chingada?¿No es esto un lavado de cara poéticamente “argumentado” que sólo se aguanta ante la imposibilidad actual de hablar mal de una mujer sin que se corra el riesgo de ser arrestado por misoginia? De espías y traidores hombres están llenas las carceles del mundo, y sus nombres se escriben sin remordimiento ni pena sobre las páginas de la historia antigua y moderna de cualquier nación. Ahora bien, si el espía en cuestión es mujer la cosa se complica, hay que elaborar más la idea, hay que hilar fino y hurgar profundo. Es necesario novelar y fabular la historia hasta que afloren las sublimes motivaciones, siempre románticas, maternas o simplemente ingenuas; hasta que se vislumbren las verdaderas causas, siempre enraizadas en la dominación, la vejación y la desigualdad contra la mujer; y hasta que emerjan por fin los verdaderos culpables: los hombres.
Menos poéticas le resultaron a Mata Hari sus redenciones literarias pero igualmente expiatorias. Sin embargo, he de decir en desagravio de las espías, que ambas han sufrido hasta la fecha suficiente vilipendio, y que de no ser por aquellas que intentan resucitarlas bajo la forma de ninfas indefensas incapaces de maldad que nunca pudieron ser, yo las hubiese dejado en paz. Asimismo, dejaré en paz a Merkel porque su aportación a la historia del mundo actual como poderosísima mujer que és, está en plena redacción, y por tanto, avanzar algo en este sentido seria un mero agüero sin fundamento. Dejaré en paz por la mismas razones a Bachelet, a Micheline Calmy-Rey, a Mary McAleese y porque no? a Segolène Royal y a Hilary Clinton conjuntamente con el resto de las presidentas en ejercicio o por ejercer.
No podría hablar de las infames venezolanas de la quinta república, por que no las considero mujeres, ni hombres. No las considero, o las considero muy poco, y mi poca consideración hacia ellas no tendría nada que aportar al tema que venimos tratando. Asimismo, y aunque quisiera, no podría hablar de Esperanza Aguirre con propiedad alguna, y si bien a la señora poder local no le falta y se le ven las costuras desde lejos, prefiero abstenerme por razones similares a las que dejo en paz a las venezolanas.
Dejaré en paz a muchas otras cuyo poder no ha sido poco, pero si más regional, relacionado con el mundo corporativo o estrechamente vinculado con su ámbito profesional. No porque éstas no hayan detentado poder o porque lo hayan empleado de forma intachable, si no por considerar que los cinco ejemplos antes comentados ya ilustran con suficiente claridad los mecanismos a través de los cuales la indulgencia histórica refuerza tan bién y de forma tan sospechosa la victimización de la mujer. No se trata de que las culpas de unas pocas puedan anular el derecho de las muchas a reclamar lo que por justicia les toca, sino más bien, de que las muchas culpen también a las pocas apelando una justicia que en ningún caso debería tener sexo.
Comentarios
Si bien creo que podremos juzgar los actos futuros con más claridad que estos históricos a los que te refieres, puesto que la justicia histórica se escribe desde el conocimiento de algunos pocos historiadores que se dedican a analizar un tema según además, SU perspectiva del rol de género en ese momento.
Pero si, me encanta tu enfoque, porque creo desdeñable que las mujeres se hubiesen sentido "abanderadas" por Lorena Bobbit, cuando tan maligna desmembró a su pareja, como si eso no fuése de la peor vileza de violencia de género de la que hablamos hoy y más en España, o por ejemplo, la Mónica Lewinsky y el séquito de aprovechadas, no supiesen exactamente de las debilidades tan conocidas en la Casa Blanca de Bob Clinton, al que además, los siempre puritanos ciudadanos norteamericanos decidieron interpelar como único posible culpable de un acto privado e íntimo que no afecta a la esfera pública y que a menos que pueda ser juzgado ante la ley como pederastia, acoso o violación, no puede ser sino un acto consensual entre dos.
En fin, estoy de acuerdo con repartir todas las cargas y que así como quiero que me saquen de encima el "mala madre" de cuando la niña no lleva el uniforme escolar impecable, como si no pudiese ser "mal padre" quien no planchó, tambien quiero que se me (nos) apunten aquellas cuentas de las que nos hemos podido librar más fácilmente, por el complicado -que no simple - hecho de ser mujer.
Es problemático hablar de "feminismo" es estos términos de justicia -independientemente del género- cuando por lo general al término se le relaciona con mucha quejadera, victimización, odio a los hombres, -y como F. aquí se escribe- por esas selectas verdades (barbaridades) omitidas. Quizás se le debería empezar a llamar a este tipo de activismo social de otra manera, otro nombre? Linda Skugge, periodista sueca bastante conocida proclamó públicamente ya hace un tiempo que no se auto-etiquetaría más de "feminista". Se confesó obstinada de tener que explicarse a la mayoría no muy empapada en el asunto que el tipo de "feminismo" por el que ella aboga no era lo mismo a aquello que muchos le asocian aún. Habla del abismo entre vocablo y sus asociaciones comunes, y de la diversidad de corrientes dentro del movimiento hoy día. Ve el término como ya obsoleto.
sobre Manuela:
http://en.wikipedia.org/wiki/Manuela_Ramin-Osmundsen
lo que Linda escribió (en sueco):
http://www.expressen.se/1.339920
http://www.indexaward.dk/2007/default.asp?id=706&show=nomination&nominationid=148