Quién es el tirano?

Desde que una imagen vale más que mil palabras, estos parrafos no valen nada y mi foto en cambio si, mi apriencia personal y mi físico son por tanto cruciales y la voluntad a exhibirlos un requisito. La imagen pareciera desde hace tiempo ser lo primordial, y lo que es peor, a veces lo único. Al reconocerlo nos vemos obligados a subirlo al número uno de nuestras prioridades, desde donde nos impone belleza, moda y juventud eternas y sin tregua. La imagen buena (la que nos muestra jovenes, guapos y delgados) por omnipresencia y universalidad, ha acabado constituyéndose en una especie de tiranía, mitad auto infligida, mitad impuesta (por los medios?), que pudiera llegar a ser incomprensible fuera de la lógica consumista en la que nos hayamos inmersos, queramoslo o no. El canon único que venera juventud y delgadez(extremas?)se ha univerzalizado, y a él debemos aspirar, pero ¿cómo se satisface en el largo plazo una aspiración que contradice nuestra propia naturaleza? esa que nos ha querido distintos: flacos, rellenitos y gordos; blancos, mestizos y negros; rubios, pelirojos y morenos; niños, jóvenes y viejos.

Puedo entender perfectamente a los que en este sentido se sienten oprimidos, pero me atrevo a preguntar, sin ánimo de suscitar con esto una revolución del todo imposible: ¿son los verdaderos tiranos el canon de belleza universal y la imagen? o lo son más bien el invencible trio de vejez, tiempo y muerte? Esa vejez tirana, mientras más prematura más tirana, con rehén estrella en la mujer senil de apenas 50, vencida por sus canas indelebles, sus arrugas implanchables, y a la que la piel no le calza sino que la arropa en pliegues, estrias, manchas y excrecencias. La tiranía de un organismo que caduca lentamente y que desde el inicio va dando señales de su vencimiento paulatino incluso antes de su propia madurez. La tiranía de todo lo impuesto por algo tan insorteable como el tiempo. Ese tiempo que merecidamente o no corre, y en su carrera nos atropella, nos arruga, nos seca, nos mulle, nos destiñe, nos depila, nos enferma y nos devasta. El tiempo es la muerte, y claro está, nos mata.Quién entonces es más tirano de los dos? El canon y su promotores (que tengo dudas en cuanto a quienes son en realidad) o la muerte cabalgando a pelo sobre su caballo el tiempo, sembrando a su paso epidemias de calvicies, flacideces y achaques. ¿Quien es más tirano? el tiempo y la vejez por declararnos la guerra dia tras dia? o el canon por enviarnos al frente y exigirnos una lucha destinada al fracaso?

Es sin duda opresor y perverso el regimen cultural que no concede belleza a la curva o la huella del tiempo inescapables, acompañando su nefasto veredicto de un listado infinito de deberes tediosos, falsas opciones y correctivos efímeros, todos costosos. Pero esta sentencia no es ,ni por mucho, tan implacable como aquella a la que nos condena la naturaleza si osamos evitar por completo el listado. Nunca tan denigrante como estar condenados a presenciar resignados el espectáculo de nuestro propio deterioro en primera fila.

Por pesimista y apocaliptico que pueda haber sonado, la mia es una propuesta más bien vitalista y optimista. Una que intenta proteger y validar las pequeñas y efimeras opciones que contra la vejez (el gran tirano?) el sistema y su canon universal nos ha propuesto (impuesto?). Una que nos permite hacer una dieta, echarnos una crema, ir al gimnasio o hacernos un lifting sin sentirnos por eso victmas indefensas del sistema. Sobre todo porque no pienso en ese canon como algo tan artificial, tan exclusivamente contemporáneo ni anti-natura.

Los cánones de belleza siempre han existido, y todos sin excepcion obligaban (no siempre de forma indolora o poco sacrificada) a un color de tez, a una contextura y un vestido determinados: los egipcios hiper joyados, los griegos hiper musculados, y los cortesanos hiper vestidos con sus enaguas, camisones, zapatos de tacón, pelucas y maquillajes. Si desviamos la atención de occidente, tenemos a las chinas con los dedos de los pies bendados hacia abajo, a los africanos con sus quemaduras, perforaciones y tatuajes cutáneos, y a los musulamens con sus ablaciones clitoreanas, sus velos múltiples, las necesarias barbas y los turbantes infaltables. Todos, con escasísimas excepciones, alteraban el color de su piel, la escondían o abrillantaban, y todos disimulaban o exhibían su figura a conveniencia. Eso en cuanto a los humanos, pero los monos tambien se peinan y sacan los piojos, los felinos se lemen para hacer su piel mas lustrosa, mientras que los pingüinos se acomodan las plumas, todos tienen sus rituales de acicalamiento en los que colectivamente invierten tiempo y esfuerzo. Todas las especies consideran más atractivos para el apareamiento a los jovenes que a los viejos, y hay por tanto, signos externos de juventud que se intentan preservar. Los humanos lo hemos llevado todo un paso ( o dos ) mas allá pero ¿por eso deja de ser cierto que el gran enemigo es la muerte?

A medida que la expectativa de vida se prolonga hasta casi la centena de años, pareciera que la vejez aparente de los sesenta se disocia de la muerte, no obstante nuestras construcciones culturales más importantes, entre ellas el canon de belleza universal ( y con ello lo que nos resulta atractivo y sexualmente apetecible ) no han asimilado esta nueva realidad. Asi como nos diferenciamos de los animales en que nos apareamos de frente, sonreimos, escribimos o imaginamos, deberíamos intentar diferenciarnos por no asociar la belleza exclusivamente a la juvetud, ni confinar la sexualidad a la edad reproductiva.

No se, digo yo......

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