Fumar con los ojos cerrados.

Soy fumador, por tanto, no seria desacertado decir que soy adicto al tabaco, al alquitrán y las mas de cien substancias químicas que se encuentran en el cigarrillo o se producen durante su combustión. Asimismo, al tiempo que fumo, soy diseñador, lo cual me llevaría también a admitir que soy particularmente sensible a un empaque bonito, un envoltorio original o una etiqueta elegante.

Hace un par de días, leyendo la columna de Quim Monzó en la Vanguardia, me entere de un proyecto de ley que impondría un empaque genérico al tabaco que se vende en el territorio australiano. La ejecución de la ley en cuestión lograría borrar de la cajetilla de cigarrillos cualquier atractivo estético, cualquier seña de identidad de marca, o cualquier rastro remanente de belleza que pudiese subsistir en éstos envoltorios tras la inclusión de las mortíferas advertencias y las horribles fotografías de dentaduras deshechas, pulmones putrefactos y tumefactas gargantas que espantaron a muy pocos. La medida que imposibilita la creatividad aplicada al marcaje de estas sustancias tóxicas, es, al mismo tiempo, muy original y el responsable la misma, seguramente, un hábil creativo. Hay que reconocerlo. No obstante, el previsto efecto letal que la misma tendría sobre las ventas de los letales productos, ha logrado que la industria tabacalera comience a desconfiar del poder adictivo de las substancias químicas que emplea mientras intenta, mediante la defensa del derecho a la propiedad intelectual, salvaguardar la efectividad del que consideran su mas poderoso "gancho": la imagen de marca. 

Si esta ley se aprobase en el país donde vivo, y si es cierto que cuando enciendo un cigarrillo estoy ejerciendo, no una, sino dos adicciones (a la substancia y la imagen) le daría la bienvenida como a una celestial ayuda que viene a liberarme de alguno de mis vicios. No obstante, y a nivel muy personal no creo que sea el caso. Yo fumo usualmente "Nobel", un cigarrillo cuyo empaque, aunque particular y distinto, es también particularmente feo. Y si bien, cuando se trata de cerveza, me cuesta mucho comprar una "litrona", o la cerveza del "Día" (supermercado de quinta con marca propia), cuando se ha tratado de tabaco me ha importado poco la fealdad de su envoltorio. Por tanto creo que la medida, en vez de quitarme el habito nocivo, me liberaría del mas inocuo. Si fuese verdad que una cosa es tan adictiva como la otra, y si consideramos otros malos hábitos,  yo comería mas hamburguesas y menos kebabs, y tomase mas vino vertido desde botellas fabulosamente etiquetadas que cerveza regularmente enlatada. Tras prohibiciones de fumar en espacios públicos, fotografías horrendas, familiares con cáncer,  se cree acaso, que el echar en falta el logo de "marlboro", me va a desenganchar? No lo se,  pero el experimento me parece interesante aunque los ciegos sigan fumando. 

Me parece interesante también, que el tratamiento prescrito para la adicción sea el desnudamiento (el de la caja). Cuandoen realidad, sin importar cuan voyeur pueda sonar, no nos cansamos de ver gente sin ropa, nos atrae indefectiblemente la idea de desvestir, y nos es difícil agotar el placer de mirar piel. Y aquí es cuando donde digo " digo" digo "Diego": puedo entender perfectamente que si me dedicase a ir a trabajar, al cine o a rezar sin ropa, mucha gente me considerase poco atractivo, y podrían con mucha facilidad dejar de frecuentarme. Pero mas allá de mis proporciones poco apolineas, o del grotesco inherente al desnudo masculino deliberado, me pregunto si serian tan adictivas las imágenes de modelos y estrellas de cine desnudos si los hubiésemos conocido siempre sin ropa? o si resultarían tan hipnotizantes las imágenes de una supermodelo en cueros, sin que hayamos estados acostumbrados a ver lo bien que le quedan, precisamente, toda suerte de vestidos? Como ven, fumar y mirar no son eventos tan inconexos, aunque se pueda fumar con los ojos cerrados.

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