Al Carajo

 

"Los hijos son un tesoro" dijo la mami bloguera y yo "Que sí, que ok, pero también, a veces, son motín y tormenta en alta mar.


Luego otra subía con sus 4 crios al barco pirata y... Le habrían venido bien un garfio, una pata(da) de palo o una espada, pero el asunto no incluía tantos props. Al rato la vi a babor, ida, con la mirada fija en el suelo, orando, creí yo, para que nadie acabase tuerto. Luego caí en que estaba más bien mirando esas sogas como con mucho deseo. Examinaba ávida los mástiles, se detenía en los nudos marineros, se tocaba el cuello. Alguien que le ponga un whisky a esta señora antes de que se ahorque, pensé, pero el bar estaba cerrado por Covid.

Vale que los piratas en realidad esto y lo otro, pero a mi se me ocurren como 30 actividades ad hoc que pudieron haber sido bastante más divertidas e igualmente inocuas, para niños y adultos, sin meternos pa' lo hondo. Pero no. Ahora parece que si los peques se entretienen ya tengamos que desdentarnos con un canto mientras distraemos el sopor tomándoles fotos.

En Venezuela, hace años, se puso de moda entre los restaurantes populares lo de poner unos carteles grandotes que decian "ambiente familiar" para atraer al público domiguero que circulaba por las avenidas. Aquello solía significar que el tráfico de sustancias estaría más o menos limitado al flujo de alcohol ilimitado, que todo lo ilegal sucedería "discreta o clandestinamente" y que, a parte del "bar, dancing & pool" de rigor, para los niños, habría una mata de mango a la que subir, un tanque para chapotear o un columpio. Un win-win intergeneracional como dirían los modernos o, como vengo a decir yo, un concepto-espíritu que urge recuperar.

Toca rescatar ya lo panfamiliar y diferenciarlo de lo infantil. En verdad es justo y necesario. Es nuestro deber y... Y bueno, que luego por el malecón, 2 muelles más allá, estaba el otro barco que sirve tapas y copas hasta las 10 en travesía, mientras en tierra firme nos dejan secos a las 5. Sendo botín el que se están llevando. Ėstos es que saben mucho... De olas...

Ese puesto sobre el mástil, desde el que se avistaban la costas y las tempestades, hace siglos lo llamaban "el carajo" y allá mandaban al más tonto del pasaje, pues ahí se pasaba frío, mareos y sol. Digo yo, sin embargo, que el asunto no se debe estar tan mal por aquellos lares viendo la cantidad de cosas que se han ido últimamente a ese sitio..

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