Adan y Evita.

No se trata de que todos los tiranos merezcan ser asesinados antes de enfermar en senectud y morir por causas naturales. Ni mucho menos, de que todos los déspotas varones que han plagado el mundo a lo largo de la historia hayan recibido su justo merecido. Se trata más bien de entender porqué, cuando la tiranía y el despotismo provienen de una mujer, los pueblos se subyugan a éstas figuras con mayor obcecación. La mujer que gobernando se equivoca despierta un mayor afán de indulgencia que su homólogo varón, y esta voluntad de indulgencia nada tiene que ver con la proporción de los desmanes que sus delirios megalómanos hayan provocado, pero si tiene que ver con su condición femenina. Así lo comprueba la figura de Eva Perón.

Eva Duarte, la líder espiritual de la Argentina peronista, no fue tirana, dictadora o tan siquiera gobernante, sin embargo, detentó mucho poder. Y si bien es cierto que su poderío dependía del de un hombre, del de su marido y presidente de la República Argentina Juan Perón, también es verdad que al menos en la memoria colectiva mundial, Evita dejó a su compañero en el aparato en términos de popularidad y capacidad de influir sobre las masas.

Se ha de conceder al bando femenino que las culpas del peronismo no han de recaer sobre el moño de Evita exclusivamente. Juán Perón ha de llevar lo suyo. Los Perón juntos fueron una dupla imparable, populista y caudillesca que supo dar pan y circo a los argentinos pero no mucho más. Perón era el alquitrán, el dióxido de carbono, los formaldehidos y las más de mil substancias tóxicas que matan al fumador. Pero Evita era la nicotina. Ella sola era el enganche, la adicción y la perdición. Sin ella había Perón pero no Peronismo, así como sin la nicotina hay tabaco pero no tabaquismo. Evita emocionó a muchos mientras ayudaba a pocos, y su caridad fue tan ineficiente y burocrática como cuaqluier organismo estatal. Su discurso era tan polpulista y paternalista como el colonial y su sacrifio por Argentina meramente retórico. No obstante los argentinos seguian amándola. Mientras más gastaba en trajes y joyas firmadas por Dior y Channel, más se idetificaban con ella las argentinas en harapos. Mientras más decolorada exhibiese su melena, más autóctona, gaucha y deseable la sentía la muchedumbre de argentinos morenos.

De Perón esperaban acción, reformas, bienestar. De Evita pura ilusión, y ella no estaba dispuesta a fallar. Se lanzó en un tour por Europa (el tour Arcoiris) durante el cual visitó España y fue recibida por Franco, viajó a Italia a entrevistarse con el Papa, paró en Suiza a depositar algunos ahorros en su cuenta y de regreso voló a Francia a renovar el ajuar tan criticado por la prensa europea. De más está decir que los Perón fueron vinculados al facismo no solo por pagarle visita a su último bastión, si no por asilar en sus australes tierras a unos cuantos militantes del partido nazzi arrasado en la segunda guerra mudial. Más allá de esto, las vinculaciones de Evita con el anti-semitismo son pura ficción, ya que ella no tenía ideología, ni credo, ni bandera que no fuesen el peronismo mismo que ella encarnaba incluso más que el propio Perón.

La cenicienta del cono sur, pudo cambiar Argentina pero prefirió conmoverla y hacerle llorar. Sus pecados fueron muchos, en su mayoría pecados de omisión, por desaprovechamiento del poder y por malgasto y malversación no solo de fondos sino de influencias y oportunidad. Sin embargo, la historia, la gente, Andrew Lloyd Webber y Madonna solo han querido recordarla como a una madre, una santa, una mártir y una heroina sin importar la ausencia de hijos, milagros, sacrificios, o epopeyas que la reivindiquen como tal. - Perón? Bien gracias - nadie se acordó de él: su cuerpo se pudre en alguna parte, mientras el de Evita embalsamado en su mausoleo hace un guiño al vaticano clamando beatificación por escasa descomposición.

Comentarios