Descubrimiento


Dice Isabel Coixet que manda a decir Montaigne que el problema de envejecer, entre otros, es que uno continúa siendo joven. Lo dijo ella en su última columna del XL Semanal y lo dijo él hace bastante más, pero supongo que ambos se refieren a la única juventud que es terca y durable que viene a ser la del espíritu o la intelectual. Me lo apunté en seguida en mi lista de “problemas que conviene tener”, pues la alternativa que viene a ser morirse o envejecer sin rechistar, amén de perder toda jovialidad de la razón, la ilusión o el deseo, se me hace tremendamente triste. Digo “lista” pues, aunque no lo parezca, hay un montón de problemas que resulta evidentemente conveniente tener cuando nos ponemos a compararlo con lo que comportaría no tener oportunidad de tenerlos. Por poner un ejemplo, el problema de no saber en que gastarse la pasta. No obstante, eso es enteramente harina de otro costal y tema de quién sabe qué post futuro. 

Para retomar, digamos que Coixet quiso este domingo ilustrar la perplejidad que le produce comprobar los signos y síntomas de su propia edad, pero también, y he aquí lo importante, quiso acompañar lo anterior, en calidad de matiz, de una lista de eventos que le devuelven fugaz, pero cotidianamente la juventud o al menos la jovialidad, cada vez que le ocurren. Su listado, que parafraseo de memoria pues, aunque no sea yo un chavalín tampoco tengo edad para el Alzheimer, es tan largo o corto como se quiera pues está cifrado en instantes de descubrimiento. El descubrimiento de “Bioy Casares, Cezzane o los Talking Heads”, pone ella. Aunque también, el descubrimiento de quien o "lo que sea que lo mueva a uno a oír o mirar el mundo de nuevo con nuevos ojos y a perder la molesta sensación de dejà vu". Descubrimientos todos, que logran en cualquier caso y por un momento, "elevarnos por encima de los años, las maneras y las convenciones para brillar sin edad y sin límites".


Me pareció bonito por sí sólo. Y por sí sólo digno de compartir. Pero quizás se entienda mejor la motivación del post si consideramos que apenas unos párrafos antes la directora me había regalado, seguramente sin quererlo, uno de esos instantes de descubrimiento. Queriendo referirse a la edad avanzada o en un intento de nombrar "lo viejo", optó en cambio por un adjetivo enteramente nuevo (para mi) descubriéndome entonces la palabra "provecto"... Una palabra que significando, exacta y etimológicamente "aquello que ya ha sido llevado o hacia adelante", me resultó de precisión elegante y desprovista de estigma. En suma, un grato descubrimiento. Para completar la serendipia, tres páginas después un lector incluía en su carta a la redacción del suplemento semanal una frase muy ad hoc de Escohotado que transcribo, ahora si, con ayudas mnemotécnicas: "cuando las personas descubran la fuente de alegría que es aprender algo no sabido, se darán cuenta que hasta el orgasmo es una broma en comparación con la permanencia, la solidez y la seguridad que da para un ser humano la capacidad de aprender y saber"... No sé si Escohotado eche unos polvos muy flojos o si sea simplemente un exagerado, pero tampoco negaré que saber, y la gente que sabe, como poco, me entusiasma. 



Así las cosas, quien haya visto al menos una peli de la Coixet sabe que su tono no es exactamente el de Mr. Wonderful o motivacional, y quizás por esto, cuando volví entusiasmado a releer el inspirador artículo, me encontré, por el contrario, por allá en el 5to párrafo, con sus más habituales dosis de realismo pesimista. La otra cara de la moneda, para la cineasta, es que hay también descubrimientos menos felices que en vez de devolverla atrás o por encima de sus años y el tiempo, lo enfrentan a uno, entre el desconcierto, la rabia y la indignación, a su temida madurez. Según dice, si no se rebela a gritos, insultos o pataletas ante la imagen y obras de "Trump, Orban, Salvini o Torra" es apenas por pura madurez. Es de destacar, sí, que a pesar der ser catalana, Isabel ponga a Torra, ahí, a la par con los otros tres maromos y es digno de mención también que la portada del suplemento dominical nos muestre a un Salvini semidesnudo y con corbata retozando como panda entre las sábanas. Parece que de pronto es mi turno para el desconcierto. 


Cada vez que escucho a alguno verbalizando el horror sacrílego que le produce la vulgaridad e insulsez de la letra de él último reggaetón, recuerdo a mi madre desde la cocina, bramando maldiciones contra mis queridas noventeras Portishead o Bjork; escucho de nuevo aquella alternancia impredecible de susurros y “ruido ambiental” que calificaban para ella de tortura psíquica; y me acuerdo de cómo yo la torturaba y la torturaba. El que sufre, sin embargo, este tipo de abuso ensordecedor, hoy en día, es un servidor. Me taladran el cerebro los esbirros de Don Omar, Wisin y Yandel, Chino y Nacho y pare ud. de contar, pero cuando intento rebelarme, quejarme, o patalear; cuando quiero exclamar “¿pero qué clase de mierda es esta?” me escucho tan vetusto y cansino como sonaba entonces mi mamá.  La música en cuestión, ahora y entonces, claro, no tiene nada en común ni me interesa compararlas. La respuesta que provoca(ba)n, en cambio, sí. Si hoy me reprimo, no es tanto por esa madurez a la que se refiere la Coixet sino por lo contrario. Me aguanto, única y exclusivamente, para no sonar senil. Deduzco, entonces, que lo que nos hace mayores no es tanto si pataleamos o no, sino dejar de entender lo que se hace popular y porqué. Quizás, lo que nos hace verdaderamente viejos es querer entender antes de dejarnos llevar… 

Y entonces vas y lo intentas. Y compruebas que se puede. Te sientes un rato ridículo, un poquito menos anciano y ya está, pero entonces ves a la niña con el twerking y sabes que por ahí si es verdad que no vas a pasar; escuchas a los tertulianos del Sálvame y si supieras cómo, te persignarías; lees los mensajes que le dejan a tu sobrina en el perfil de Instagram y te quieres sacar los ojos pues ya, de cualquier manera, aquel “heztás veyísima” te ha dejado ciego de por vida. Descubres que estás impostergablemente "out". Descubres que quizás lo único que tengan en común ponerse a menear las nalgas en cuclillas frente a un móvil y votar por Trump; ser fan de Daddy Yankee y follower de Salvini; el analfabetismo funcional escrito y el orgullo garrulo balbuceado, al final del día sea, únicamente, que no lo entiendes, que te hacen sentir cansado, fuera de sitio, desconcertado, aturdido y en resumidas cuentas viejo "provect@". 

Si, quizás sea mejor cerrar con un orgasmo a lo Escohotado, A ver si  combatimos la senectud que me ha provocado este recuento¡

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